martes, 30 de agosto de 2016

Perú se levanta contra la violencia de género

Por Diana Carolina Alfonso

En las pupilas de Noemí Pereira


Perú es el tercer país con las cifras más altas de violencia sexual, doméstica y de género. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los 31 millones de habitantes en el Perú, cerca de 800 mujeres fallecieron a manos de sus parejas en los últimos años. Las causas más comunes fueron por estrangulamiento, golpizas o asfixia. Entre 2009 y 2015, 795 mujeres fueron víctimas de femicidio, ante la impotencia de sus familias que clamaban por distintos medios justicia para sus casos.

La punta del iceberg salió a flote tras viralizarse por los medios el vídeo de un hombre desnudo que arrastró por el suelo a Cindy Contreras en un hotel mientras intentaba violarla. En libertad el agresor ha incurrido en otro caso de violencia de género, esta vez contra su actual pareja. Otro caso de tamaño impacto en los medios de comunicación como las atrocidades sufridas por la ex-bailarina Lady Guillén, desfigurada a golpes por su pareja. Ambas situaciones fueron silenciadas por la justicia peruana tal como ocurrió con las más de 200.000 mujeres esterilizadas a la fuerza por mandato del ex-presidente Fujimori, la mayoría indígenas, entre 1996 y 2000, de las cuales 18 murieron.




Noemí es una joven estudiante peruana que reside en Buenos Aires. Aprovechando las vacaciones de invierno viajó a su país para participar el 13 de agosto de un gran despertar: la marcha Ni Una Menos. A continuación compartimos su visión de lo ocurrido en un video de su autoría.


#NiUnaMenos from Noe Mí on Vimeo.

La campaña, como un grito colectivo contra la violencia machista, se ha venido extendiendo por toda Nuestra América cual bocanada de fuego. No sólo instala en la agenda pública un reclamo histórico que impele a abrir los ojos, a estar atentas y a plantarle cara al femicidio, también genera una conciencia que se materializa en la toma masiva de las calles, las plazas, los congresos, los pueblos y caseríos. Una ritualidad imposible de medir, cuantificar o calificar bajo los parámetros de la moral moderna. El pudor y el menoscabo de nuestras corporeidades salen de escena para dar paso a una algarabía de cuerpos multiformes, un abanico sin fin de colores y consignas, cuerpos que se interpelan exigiendo no ser coartados ni por el Estado, ni por el capitalismo, ni por el patriarcado.  

Como Noemí, muchas mujeres residentes en este país hemos recibido con coraje una manifestación de rebeldía que demarca un cambio civilizatorio por el cual el dominio del modelo masculino de vida social está siendo fuertemente cuestionado. No es de extrañar que en el encuentro de mujeres que se realiza anualmente –único en el mundo dada la capacidad de convocatoria-, nos encontremos con testimonios llenos de alegría plasmados en el acento de venezolanas, colombianas, brasileras, chilenas, compañeras, ante todo, que retornan a sus contextos con cuestionamientos, tácticas y estrategias para afrontar un cambio urgente: la valorización de los modos femeninos de ser, estar y construir en el mundo.


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