lunes, 17 de octubre de 2016

Lanata: análisis para dummies sobre el reciente macartismo argentino


Por Diana Carolina Alfonso

Jorge Lanata

Anoche ése periodista habló de nosotros. Con la palabra nos impuso una frontera, una profesión, una edad y una condena. Y no es inocente la carga de valor que pesa en sus dichos. No hay singularidades que escapen a la construcción de la realidad social, menos cuando se es un vocero de la maquinaria mediática hegemónica. Lanata hace parte de un monstruo grande que pisa fuerte, que edifica día a día un imaginario colectivo que coincide con la formación de un estado de opinión, a su vez, fijado por los grupos políticamente dominantes.

De repente nuestras subjetividades, nuestros orígenes y tradiciones se reducen a un juego de cifras, exageradas, manipuladas y sacadas de todo contexto ¿Por qué? Curiosamente, los barómetros en los que la inmigración se sitúa en los primeros lugares en el listado de problemas sociales en Argentina han coincidido con el anuncio o desarrollo de procesos de regularización (como el Plan Patria Grande impulsado por el entonces presidente Nestor Kirchner en el 2006), o con su restricción (véase No Lugar: una carcel para la patria grande) y con las noticias consiguientes relativas a la cuantía de la población inmigrante y su situación en el país.

Sobre lo dicho anoche por Lanata no vamos a ser ingenuos. El periodismo conservador buscar legitimar el arancelamiento de la educación pública. Nosotros que no somos más que un 4% de la población estudiantil universitaria, somos su caballo de Troya. No nos detendremos en esto por considerarla una operación más que evidente. Por el contrario, vamos a pensar cómo viene funcionando un aparato ideológico que, evitando siempre hablar de la verdadera filtración de recursos por cuenta de las exacciones al capital privado -los honrados extranjeros que vienen a menguar nuestra miseria digna-, apela a delinear profusamente una alteridad monstruosa y amenazante fronteras adentro.

La construcción de un enemigo interno se hace tanto más necesaria en un momento de agravamiento de las políticas restrictivas en lo social y precariazadoras en lo económico. El advenimiento de cargas impositivas a la población argentina debe ser justificado. El razonamiento es sencillo: hacer creer a los ciudadanos que el peso fiscal se debe a cargas extra asumidas por un estado paternalista y populista. El relato de la pesada herencia busca desmontar ideológicamente ciertas garantías sociales que fueron parte de las demandas históricas de los movimientos sociales en este país, sobre todo, tras la crisis del 2001.

Bajo esa lógica, es más que evidente la expansión y legitimación mediática de un supuesto Estado paralelo, que tiende a enfatizar mediante el establecimiento de estereotipos todas las enfermedades (movimiento de mujeres, travestis y demás organizaciones LGBTI) y epidemias (como la inmigratoria de tez negra) que atacan a un cuerpo social que agoniza, no por los desmanes de la política económica y socialmente policiva del gobierno del PRO, sino por sujetos debidamente clasificados por su etnia, clase o género. Como sabemos, el etiquetamiento avala prácticas coactivas e invisibilizadoras:



La primera de las imágenes de los flyers en cuestión, la de los trabajadores registrados, muestra a una familia blanca tipo: un hombre y una mujer junto con bebe en brazos. En la segunda hay una mujer de tez morena, presuntamente soltera, junto a dos niños.
Según la diputada Porto del FPV, esta campaña tiene un carácter discriminatorio, al fomentar "la creación de estereotipos que menoscaban el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales, en particular de las personas que acceden a un derecho como la Asignación Universal por Hijo/a (AUH) y Asignación por embarazo".

El interventor del Inadi, Javier Buján, afirmó que en la Argentina "se encienden alarmas por focos xenófobos vinculados al antisemitismo y al racismo" y detalló que los agravios "no son sólo contra la comunidad judía sino que hay signos de islamofobia que hay que observar





Como vemos, Latana anoche encarnó un cúmulo de reacciones excluyentes que se vienen cultivando hace años en respuesta a la implementación de los planes sociales impulsados por el gobierno kirchnerista, al igual que las políticas de migración, etc. Los efectos son inmediatos. En cuanto a lo que se vive cotidianamente, hay una reacción de ciertos sectores que sienten impunidad para decirle a todo aquel con un acento diferente ‘volvete a tu país”. O sea que la xenofobia se vive en dos niveles: por un lado lo institucional y por otro la sensación al transitar la calle de la gente que se atreve a expresarse xenófobamente con mucha más libertad. No es casualidad, es un hecho político que busca criminalizar para tapar las falencias que tiene este gobierno.

La categoría portación de rostro puede sorprender a los recién llegados. Sin embargo, en Argentina el tono de tu piel, la forma de tus ojos, la horma de tu frente y la calidad dental, pueden hacer parte de un juicio silencioso e inmediato, de una pena judicial preestablecida sobre un soporte racial de un inagotado darwinismo social


A Claudia Córdova, trabajadora sexual, la detuvieron de forma ilegal en la ciudad de La Plata, a través de un fallo xenófobo que explícitamente enunciaba como agravante su origen peruano. Durante todo el procedimiento judicial se nombra a Claudia como varón ‘persona trasvertida’ (sic) sin reconocer su identidad autopercibida en una clara violación por parte de los actores judiciales a los derechos consagrados en la Ley de identidad de género.

Ver manifiesto de la Colectiva Lohana Berkins: Página/12 Ninguna persona es ilegal

Otro ejemplo claro de estas prácticas discriminatorias tiene que ver con el enjuiciamiento a Milagro Sala y el macartismo aplicado a su organización, la Tupac Amaru en la provincia de Jujuy. Acá también pesa la xenofobia. Como lo analiza la socióloga Dora Barrancos, la intención política de este juicio es escarmentar socialmente a una organización que representa todas las periferias sociales. Hay una operación mental de exclusión. Hay odio xenófobo instalado hace mucho. Se está frente a una mentalización, entre los sectores medios y altos con mayor complicidad, de no reconocer a los “bolivianos” ni a los grupos locales que en general comparten los mismos orígenes étnicos. La Tupac es una organización que se ha hecho con clara hegemonía del liderazgo de una mujer. Esto no es tan novedoso porque hubo muchas líderes piqueteras en los ‘90.

La reivindicación del derecho a la casa, a la recreación, a la salud, al trabajo, son bastante trajinados pero en el caso de la Tupac se hizo vibrante también el derecho a una “vida digna de ser vivida” desde el punto de vista de la sexualidad, un reconocimiento a las sexualidades disidentes. Esa es la novedad de la Tupac que tiene anualmente también una manifestación de gran jolgorio con la marcha del orgullo gay.

Esas fiestas , como la fiesta por el plebiscito por la paz en Colombia, como las muestras de rechazo en la 9 de Julio al golpe institucional en Brasil, como los teatros copados por la juventud en las visitas concurridas de García Linera a las universidades públicas, muestran tramas de solidaridad muy peculiares que quieren ser barridas por mandato del poder ejecutivo y fallo del poder judicial, mezquina relación que legaliza e institucionaliza la exclusión mediante el racismo, el clasismo y la violencia institucional hacia nuestras corporeidades.

Lanata: el que sobra es usted.

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